La naranja no solo es una fruta esencial para incluir en una alimentación equilibrada, sino que también tiene otros usos completamente distintos. En China, desde la dinastía Tang, este cítrico se considera un símbolo de buena fortuna. De hecho, en mandarín la palabra para naranja es “jú”, que tiene una pronunciación muy similar a los términos que significan “éxito” y “riqueza”.
En la antigüedad, era común regalar naranjas durante el Año Nuevo Lunar como símbolo de buena suerte y prosperidad. Además, según el Feng Shui, esta fruta ayuda a activar, limpiar y movilizar la energía estancada, resultando especialmente útil cuando el hogar se siente cargado. Pero la tradición milenaria china fue más allá y combinó la naranja con otro ingrediente culinario que, a primera vista, parece tener propiedades muy distintas.

También se utiliza el laurel, que en rituales domésticos se quema o se coloca en puntos estratégicos para abrir caminos, atraer abundancia y alejar las envidias. En la Antigua Grecia, las coronas elaboradas con esta planta simbolizaban victoria e incluso poder espiritual, al estar asociadas con el dios Apolo. Más adelante, durante la Edad Media y el Renacimiento, el laurel se empleaba principalmente como protección contra las energías negativas.
Así se hace el ritual de la naranja con laurel para atraer buenas energías
El cruce de las tradiciones de la naranja y el laurel comenzó a difundirse por América Latina y otras regiones del mundo durante los años 80 y 90, combinándose con rituales locales ya existentes. Así surgieron los amuletos caseros, que integran frutos y hierbas protectoras. Es importante realizar esta técnica antes del inicio de la primavera para obtener los mejores resultados.
Con la llegada de la tercera estación del año, que pronto comenzará en el hemisferio sur, se sugiere quemar ciertos elementos para potenciar la purificación y la buena energía. Para ello, se necesitan: dos ramas de canela, dos rodajas de naranja secas (que pueden comprarse o secarse en casa durante dos semanas), tres hojas de laurel y un hilo o cuerda de material natural.

El primer paso consiste en atar todos los elementos en un haz y dejarlo reposar durante la noche. Para reforzar el rito, se puede quemar un poco de incienso de canela junto al ramito o a la barra de purificación. La práctica ideal es la noche del 19 de septiembre, de modo que para la madrugada del 20 ya se perciban sus efectos.
Al atardecer, entre las 18 y las 19, se recomienda abrir todas las ventanas y la puerta de entrada para iniciar la purificación. Es fundamental hacerlo con cuidado, utilizando platos o ceniceros preparados para tal fin; si no se dispone de uno específico, cualquiera servirá. Luego se enciende la barra y se comienza en la habitación más alejada de la puerta principal.

No importa si se apaga: puede volver a encenderse tantas veces como sea necesario, asegurándose de desechar las cenizas en el patio, balcón o terraza. Es crucial trasladar el haz por cada habitación, mientras se visualizan nuevos proyectos y el ciclo que está por comenzar. Para finalizar, se recorre la sala de estar y la entrada; si queda algo de la barra, se deja consumir por completo.